sola. completamente sola. o quizá no? una mano blanca salía de la tierra. eso no lo había visto yo en algún manga? sí, era una escena de XXXHOLiC... estuve a puntito de gritar a los cuatro vientos (si es que a eso se le podía llamar viento):
-VIVA LA ORIGINALIDAD!!
Pero intenté acordarme de lo que pasaba en el cómic... La mano salía, se llevaba a los niños... Lo que quería, lo que quería... Lo que quería era un hueso que le había dado muchos años atrás al protagonista!!!
Pero, de dónde demonios sacaría yo un hueso? Y tenía que pasar, necesitaba llegar al mar, allí había algo que me llamaba... Toqué mi herida, que goteaba entre la ropa de Shinigami que aún llevaba puesta. Un momento, huesos no podía, pero sangre...
-QUIETA!!
Justo en el momento en que mi mano ensangrentada rozaba la que salía de la tierra, otra, mucho más caliente, me agarraba de el otro brazo.
-No te vayas, por favor, no sigas a ese monstruo... Quiere dejarte encerrada... Órdenes de Dix...
Dix, el jefe de nuestra brigada y... nuestro asesino. Descubrimos el topo de la brigada, como dijo el general, pero nos costó nuestras vidas. Pero no quedaría así.
-Ian, por favor, sácame de aquí...
DIje como pude. Me asfixiaba, no podía respirar...
Me desperté lo que calculé por la posición del grisáceo sol, una hora después, agitada. Estaba tumbada sobre el suelo, e Ian estaba durmiendo. Le brisa marina revolvía su rubio cabello. Dejé que durmiera y me acerqué al mar. Un niño pequeño, de unos siete años, llevaba a su hermanita de dos o tres a cuchus.
-Oye, chica... ¿Tú eres una Shinigami, no?
-Sí...
Contesté como pude. Me acababa de dar cuenta de que los dos tenían una herida de bala al mismo nivel. Tragué saliva y deduje que la bala había salido del cuerpo de pequeño y se había introducido en el de la niña. Coloqué mi Zanpakuto sobre la frente de los dos niños y desaparecieron mientras oía sus últimas palabras.
-Chica demonio y chico ángel van a salvar a todos...
Chica demonio, yo, por supuesto, pero... ¿Chico ángel? Miré hacia Ian y descubrí que realmente tenía unas alas de ángel a su espalada. Saqué una de las cartas oscuras que llevaba enfundadas.
-Muy bien, Dix se va a enterar. ESPEJO!!
La carta espejo voló sobre mi hombro y se encaminó por el cielo. La seguí con la vista hasta que desapareció. Le había ordenado que molestase un rato a Dix, convirtiéndose en un reflejo de Ian y mío. Y cuando, pasado un rato, me aburrí de contemplar la mar, decidí despertar a Ian para trazar un plan y acabar con nuestro asesino antes que él acabara con otra gente inocente, como mi familia, mis amigoa u Ondina...