Las almas perdidas
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Las almas perdidas

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 Amor Vincit Omnia (AVO)

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MensajeTema: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeSáb Mar 22, 2008 9:54 pm

Prólogo:

- El nuevo Lord Praed tiene que estar a punto de llegar. – Dijo un lacayo bien ataviado con su levita azul oscuro, mientras paseaba nervioso por todo el aparador.
- Espero que sea como el antiguo Lord Praed, que en paz descanse.
Dijo una doncella correctamente vestida con un vestido negro y delantal blanco mientras se santiguaba mirando al techo como si pudiera ver el cielo, dejando en el acto la rigurosa limpieza que hacía bastante tiempo le estaba realizando al mueble de la entrada.
- Creo. – Dijo otro lacayo que acababa de unirse a la conversación. – Al menos he oído decir que es un verdadero caballero, tiene una esposa preciosa y dos hijas de una edad ya considerable.
- ¿De qué edad considerable hablamos Morty? – Dijo la doncella mientras aguantaba el plumero con los brazos en jarras.
- Pues – Dijo mientras se mesaba el cabello castaño que ya empezaba ha clarear por la edad – que tienen unos seis años.
- ¿Seis? Será entre las dos – Dijo el primer lacayo que se llamaba Peter.
- No, que va Peter, ¿no os lo había dicho?
- ¿El qué? – dijeron ambos al unísono.
- Que eran gemelas o mellizas, no lo se con exactitud, pero lo cierto es que es totalmente normal, ambas tienen la misma edad.
- No, no nos lo has dicho, como siempre, todo te lo guardas para ti – respondió Dorothy.
- Entonces tampoco os habré dicho que el señor tiene un primo igualito a él.
- No tampoco nos lo has dicho – Dijo Peter algo sorprendido e interrumpiendo a Morty.
- Esperad, que ahora viene lo mejor.
- ¿Mejor que todo lo que nos has contado ya? – pregunto Dorothy abriendo los ojos a más no poder, al igual que Peter.
- Mejor – dijo dibujándose una sonrisa pícara en sus finos labios.
Mientras esta conversación confidencial tenía lugar en Winckan Hall, un carruaje se dirigía hacía la gran mansión.
Dentro del carruaje se encontraba la persona de la que tanto se murmuraba, en la casa ala que se dirigían.
Lord Jason Devon Ellery Praed y su esposa Karen, junto a sus hijas, Chloe y Monick.
- El viaje ha sido demasiado para las niñas – Dijo mientras miraba embelesado a sus dos angelitos rubios que dormían una junto a la otra.
- Pero merece la pena, ahora tendremos una casa como dios manda, en la que no estaremos tan apretujados.
- ¿Apretujados? Por dios Karen, la “casa” en la que vivíamos antes tenía treinta habitaciones, y ¿aún así dices que vivíamos apretujados? Ahora cuando grite a las niñas ni siquiera me oirán.
- Menos mal, así no tendré que oír tu voz todo el día riñendo a las pobres niñas.
- Es normal que les riña, me faltan al respeto, ni siquiera me dicen “papá”, me ignoran y me remedan. Es como si yo fuera su tutor, no su padre.
No entiendo su actitud. Está claro que son hijas mías, el parecido es indudable. ¿No crees?
Karen titubeó al contestar, desde que se había enterado de que tenía un hermano gemelo, su actitud se había vuelto más desconfiada con respecto a su paternidad.
- Jason, ya está bien, ¿qué quieres decir con eso?
- Pues que se parecen a mi – Dijo con el tono de voz más alto que antes.
- Sólo porque te fui infiel con el Barón Novoir, no quiere decir que te fuera infiel incluso antes de casarnos.
- No lo se, las putas nacen putas y mueren putas.
- Ya está bien Jason. Te casaste conmigo sabiendo lo que era…
- Y lo que eres
- ¿Eso es lo que quieres oír? ¿Qué te sigo siendo infiel?
Ya no hablaban sino gritaban.
- No, no quiero oír eso, quiero oír la verdad.
- Pues tu ya la sabes, no se porque me lo preguntas
- ¿Eres lo que se?
El rostro de Karen parecía de satisfacción por confesarle sus antiguas y nuevas infidelidades.
- Contesta – gritó.
Entonces sus hijas se despertaron, y a continuación todo fue gritos, y el carruaje se despeñó montaña abajo.
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeSáb Mar 22, 2008 9:55 pm

Capitulo 1:

Eran casi las tres de la madrugada, Elizabeth estaba agotada, su trabajo le absorbía demasiado tiempo. Pero, merecía la pena, era tan guapo y apuesto… Cada vez que pensaba en él un suspiro salía de sus adentros. Era el hombre perfecto, pero con un pequeño defecto, llevaba siete años en coma.

Abrió la puerta trasera de la casa, no quería molestar a sus padres, entró a tientas en la pequeña casa y llegó a su habitación, no se molestó en encender una vela, para que si lo único que deseaba era dormir, aunque fuera un instante. Se quitó el vestido y se metió rápido en la cama. Cerró los ojos y al instante una voz chillona la despertaba.
Una niña entró en la habitación y la empezó a zarandear para que se despertara, ella suspiró y abrió los ojos, delante de ella había una niña de unos siete años, se acordaba de ella era la hija de la cocinera, Madelyne, creía que se llamaba así.
- ¿Qué quieres Madelyne? – dijo con la voz cansada.
Se dibujó una sonrisa en la regordeta cara de la niña y dijo:
- Lady Martha la llama señora, dice que es importante y que vayáis lo antes posible a los aposentos del señor Jason. - La niña tomó aire y siguió sonriendo.
Le acarició la rubia cabellera a la niña y se levantó, se puso de nuevo el vestido y se recogió el cabello.
- ¿y tu que haces levantada a estas horas?
La niña con las manos tras el vestido comenzó a mecerse burlonamente.
- Ahora nos vamos al castillo, espérame, no te vayas a ir sola.
- No, - y se fue fuera de la habitación.
“Desde luego hoy no es mi día”. Pensó para sí, el gran castillo no estaba lejos de su humilde casita, se encontraban en los mismos dominios, pero estaba un poco lejos, tendría que coger el caballo, aunque prefería pasear, para despejarse la mente y tomar aire fresco; además tenía que llevar a Madelyne con su madre.

Martha andaba de un lado para otro ¿Dónde se había metido su amiga? En verdad ella no sabía que tenía que hacer, Elizabeth no se lo había dicho.
Mientras tanto Christine, una chica que sufría una enfermedad mental estaba jugando con un cubo de agua, mientras decía “El señor se ha despertado y mañana Duncan nos habrá visitado”.
Martha la miró, y le mando un “ssshhh”. Ella la miró con mala cara y siguió cantando. Martha se volvió cuando la puerta se abría y dijo:
- Ya era hora…
Elizabeth estaba muy relajada, pero cuando vio el rostro de su amiga, se inquieto; se conocían desde pequeñas, y nunca había visto esa expresión, estaba preocupada.
- ¿Qué te pasa Martha?
- Él se ha despertado… - Dijo – Pero no ha dicho nada aún por eso te llamé, sino no te hubiera molestado…

Elizabeth no prosiguió más la conversación. Se dirigió a la habitación del hombre con el que soñaba cada noche. No llamó a la puerta y entró directamente.
Cual fue su desilusión que Jason estaba dormido. Se fue acercando para verle mejor y entonces abrió los ojos. Elizabeth se asustó y dio un paso atrás que hizo que casi cayera en el sillón cercano a la cama.
Y sólo una palabra salió se sus gruesos y viriles labios: Elizabeth.

Martha estaba apoyada en la pared esperando a que Elizabeth saliera de la habitación, había entrado hacía ya un buen rato y aún no había salido. Preocupada llamó a la puerta y, como no contestaban, la abrió y metió la cabeza para ver que estaba pasando.
“No puede ser” Pensó Martha. Elizabeth se estaba besando con Jason. Al momento esa imagen desapareció. Y en la oscuridad de su mente se oía un vago rumor.
Abrió lentamente los ojos y vio a Elizabeth “Dios santo que dolor de cabeza”. Llamó a Elizabeth para que se acercara y le dijo al oído.
- ¿Te estabas besando con mi primo?
- ¿Qué?
- Olvídalo – dijo mientras intentaba incorporarse.
- No te levantes – oyó una voz masculina – Te has resbalado con el agua que ha derramado Christine.
El recién llegado se agachó junto a Martha para ayudarla, Elizabeth también se agachó para ver la herida que tenía Martha en la parte de atrás de la cabeza.
- Vaya golpe, te voy a traer un paño – Dijo Elizabeth.
- Auuu… – Martha se llevó la mano al golpe y vio que tenía sangre.
- ¿No has visto el agua? – El desconocido la estaba mirando con una sonrisa. – A ver que te ayude…
Él fue a ayudarla a levantarse pero Martha le quitó las manos de un manotazo.
- No me toquéis, puedo yo sola – Ella se intentó levantar, cuando estaba de pie se mareó y hubiera caído otra vez si el desconocido no la hubiese agarrado por la cintura. Cuando el mareo pasó, y por fin pudo abrir los ojos, Martha vio que ese bruto la tenía apretada contra su pecho.
- ¿Me soltáis? – dijo enfadada.
- ¿y si os caéis?
Martha fue a contestar pero Elizabeth salió de la habitación con el paño en la mano.
- Lord Mackenzie, Lord Praed quiere hablar con vos.
Cuando Martha oyó su nombre, se quedó perpleja.
- ¿Duncan Mackenzie? - dijo entornando los ojos.
- Si, ¿nos conocemos?
Malos recuerdos infantiles pasaron por su mente. Fue a proferirle una maldición, pero él ya se había ido.
- Será…
- ¿Qué te pasa? ¿Le conoces?
Nunca se lo había contado, y ahora tampoco era el momento. Se fue a su habitación desconcertada y comenzó a llorar como en antaño. Elizabeth sin entender nada, volvió a la habitación de Jason.

Martha entró corriendo a su habitación y cerró la puerta dando un portazo. Fue hasta la cama y se tiró en ella. ¿Por qué tenía que verlo después de tanto tiempo? ¿Por qué ahora? Después de tanto tiempo, cuando por fin lo había conseguido olvidar, aparece otra vez.
Si estaba allí era porque sabía que Jason se había despertado, seguro que se quedaba, ahora tendría que aguantarlo, le dolían los ojos de llorar y para colmo también le dolía la cabeza.
¿Pero quién lo había llamado? al instante pensó en Adam, seguramente creyó al doctor cuando días atrás dijo que fallecería en breve, quizás quisiera que Duncan estuviera en el funeral.

Elizabeth se quedó un poco perpleja al ver la reacción de Martha, bueno luego le preguntaría, fue a entrar en la habitación, cuando escuchó que Duncan y Jason estaban hablando. No estaba bien lo sabía, pero la curiosidad pudo con ella y se pegó a la puerta para poder escuchar mejor. ”Me parezco a Martha escuchando detrás de las puertas”
- Duncan ¿Qué hago aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no puedo mover las piernas?
Duncan no sabía como decírselo, pero era su mejor amigo, como un hermano y debía hacerlo.
- Jason, siento decirte esto, tendré tacto contigo. Llevas siete años en coma, Karen a muerto, la verdad es que me alegro, porque la odiaba, pero… - Vio la mirada de tristeza en sus ojos y terminó. – Todos se perdieron en el mar. Elizabeth te ayudó y te ha estado cuidando todo este tiempo.

Elizabeth que estaba escuchando atentamente, no vio como una sombra se le acercó por detrás hasta que sintió que perdía el equilibrio; de pronto se vio dentro de la habitación con Duncan y Jason mirándola, miró hacía la puerta y vio a Christine riéndose y señalándola con el dedo. Volvió a mirar a los hombres.
- Eh… Sólo venía a soltar las sales, es sólo un momento.
Dejó las sales en la mesilla, y gracias a Dios que Duncan rompió ese incómodo silencio.
- ¿Cómo está tu amiga?- La verdad es que no se acordaba de ella.
- No lo se, voy a ver ahora mismo.
- No hace falta ya voy yo.
Ahora si quería que se la tragara la tierra ¿Estar a solas con Jason y él consciente? Jason tenía una mirada de incertidumbre, que se endureció al mirarla. Elizabeth sólo pudo reírse y tragar saliva.
Duncan salió de la habitación, pero volvió a entrar y vio que Elizabeth no se había movido.
- Eh… Lady Elizabeth, ¿Dónde está su amiga?
- En la primera habitación de arriba. No tiene perdida.
- Esta bien… y acércate, Jason tiene cara de morder pero no creo que tenga fuerzas para hacerlo.
Jason le mandó una mirada peligrosa y Duncan se apresuró a salir de la habitación.
Elizabeth no sabía que hacer así que dijo lo primero que se le vino a la mente.
- ¿Quieres tomar algo? ¿Agua? ¿Algo de comida? – Jason la miraba. Elizabeth se quedó callada y desvió la mirada al ver que él no contestaba, se sentía terriblemente incómoda.
- Si no necesitas voy a…
- Agua – Ella se volvió hacía la cama, sorprendida. - Dame agua… por favor.

Mientras Duncan recorría el pasillo hacía la planta superior. Suspiró, tenía que salir de la habitación de Jason y Lady Elizabeth le había dado un buen motivo, la verdad, es que no soportaba ver a Jason así, en cama después de tantos años, llegó a pensar que su amigo jamás se despertaría, sobretodo cuando Adam le dijo las funestas perspectivas que le auguraba el doctor. Se paró frente a la primera puerta, ahí debía estar la pelirroja. Sonrió y llamó a la puerta.
Duncan estaba intentado decidir si llamar a la puerta o bien entrar directamente. Sólo era una criada, pero él todavía tenía educación. Se decantó por la primera opción y llamó a la puerta, pero nadie contestaba, así que decidió entrar porque podía haberse desmayado otra vez.
Cuando entró la cara acusadora de Martha le miraba desde el espejo.
- ¿Tiene por costumbre entrar en las habitaciones cerradas?
- Yo… - No sabía que decir – he llamado…
- Vale, vale, decidme que queréis y marchaos – decía mientras se intentaba limpiar la herida. (Lo cierto es que no se había fijado del lujo de la habitación, sino se hubiera percatado que no era simplemente una criada).
Entonces Duncan vio a la inocencia que había en esa altiva mirada y se acercó e intentó limpiarle la herida con toda la buena fe del mundo. Pero Martha lo tomó así y al levantarse del banquito de la peinadora se dio en la herida con la cuadrada barbilla del conde.

Mientras ambos comenzaban a discutir cual si fueran un matrimonio de hacía muchos años. En la habitación de abajo, Elizabeth le ayudaba a acomodarse al obstinado Lord Jason.
- No hace falta que me ayude, yo puedo sólo.
- No me importa, es más para mí es una alegría por fin poder oír su voz… quiero decir….
- Te he entendido, pero no me interesa
- Bueno, es muy tarde, tengo que irme, aún no he podido dormir nada.
- De acuerdo, mejor lárguese.
Elizabeth con el corazón compungido por la pena y el dolor ni siquiera pudo decirle adiós, cerró la puerta tras de sí, y oyó la deseado voz de Jason.
- Elizabeth
- ¿si? – dijo abriendo la puerta de un golpe.
- Que… quería darte las gracias por lo que has hecho por mi. Aunque te hallan pagado por ello.
- No hay de que, es mi trabajo como bien a dicho.
- De todas formas gracias Elizabeth.
- Ha sido un verdadero placer.
- Pero, algún día tendrá que explicarme como he seguido vivo todo este tiempo, es decir, alimentado…
- Mañana le explicaré todo señor, si así lo desea.

Salió y cerró la puerta, con una sonrisa en los labios. Jason no pudo llegar a entender donde encontraba el placer en su trabajo, pero la dejó por imposible y decidió sucumbir en un profundo sueño para olvidar aquel extraño día y esos rasgados ojos grises que lo perturbaban.

Elizabeth pensó que sería mejor ver como estaba Martha. Al llegar a la puerta de la habitación escuchó unos ruidos algo raros, así que se acercó para oír mejor.

Martha pasó por detrás de una silla esquivando las manos de Duncan que querían cogerla, pero el fue por el otro lado y la agarró por la cintura, la levantó del suelo y fue hacía la cama, Martha pataleaba como una niña pequeña.
- ¡Soltadme bruto!
- No grites, que parece que os estoy matando.
- ¡Que me soltéis!
- No te muevas tanto pelirroja, te voy a lastimar más.
Duncan llegó a la cama, Martha que vio las intenciones de Duncan, de tirarla en la cama, le mordió en la mano. Él la tiró boca abajo y se puso de rodillas sobre ella, después cogió un paño blanco, se lo puso sobre la herida y lo aguantó con la mano, mientras con la otra le agarraba las manos, ya que Martha le estaba pegando pellizcotes.
En la puerta Elizabeth tenía una mano en el pomo, fue a abrirla, pero se detuvo al escuchar la voz de su amiga, que hablaba en un susurro lo bastante alto para poder oírlo.
- No tan fuerte, me estás lastimando – La voz de su amiga sonaba como si estuviera llorando.
- Si no te movieras, no te dolería tanto – La voz masculina sonó en el mismo tono, susurrante, intimo.
- Quítate de encima
- No me voy a quitar, hasta haber terminado, pequeñaja.
Elizabeth giró el pomo de la puerta, pero un gemido de Martha la detuvo sólo un segundo, pues al siguiente ya estaba dentro de la habitación, y si no llega a tener la mandíbula pegada al resto del cuerpo, seguro que se le habría caído.
Elizabeth, al igual que Duncan y que Martha si se pudiese levantar de su comprometida posición, se habían quedados anonadados. Elizabeth cerró la puerta y Duncan pudo descansar su inquieta mirada.
- ¿Qué crees que pensará su amiga?
- Lo pero seguro.
Duncan estaba decidido a explicarle por su honor y el de Martha lo que realmente había ocurrido, pero al salir la muchacha no estaba. Pero, ¿qué le importaba a él una criada? Se iba a volver loco.
Martha prefirió quedarse tumbada en la cama, estaba muy cansada, se incorporó un poco y pudo ver a Duncan andando de un lado para otro.
- ssshhh, no te preocupes, mañana cuando vuelva yo se lo explico todo. – Dijo Duncan sin mucha preocupación en la voz.

Al día siguiente cuando Elizabeth volvía para ver a Jason, al abrir la puerta, lo primero que vio fue a Duncan.
- Lady Elizabeth
- No hace falta que me contéis nada, Martha me mandó ayer una nota a mi casa. Siento el malentendido y la perturbación que haya podido causaros.
Duncan se despidió de Elizabeth y vio como cerraba la puerta perplejo. Esa chica era extraordinaria, había hecho que se pasara la noche sin dormir y en el territorio de los Praed para hablar con ella y de todas formas ya lo sabía, mejor que no fuese consciente de su nerviosismo así tampoco lo sabría Martha.




**** Bueno espero que nos pidáis que pongamos más pronto. Byeee...
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 12:44 am

Capitulo 2:

Elizabeth al entrar por la puerta de servicio, se encontró con Peter, su lacayo favorito. En los siete años que llevaba cuidando de Lord Jason, él era el que siempre le sonreía cada mañana, y aunque era muy olvidadizo, siempre era muy agradecido con todos los remedios que Elizabeth le preparaba.
- Buenas señorita Elizabeth.
- Buenos días Peter, ¿Cómo está hoy?
- Mejor, ya recuerdo donde dejé la bandeja ayer.
- Ve es sólo cuestión de tomarse el remedio todos los días.
- Es que se me olvida.
- Yo se lo recordaré.
Cuando iba a subir las escaleras para ir a la habitación de Jason, se encontró con Adam.
- Buenas, señorita Dashwood.
- Buenas Milord.
- Ahora que mi primo a despertado, su trabajo será arduo, aunque si necesita una mano fuerte siempre puede contar conmigo.
- No quisiera molestarle – cambiando la expresión dijo - ¿Y por que decís que será ardua la tarea?
- Conozco a mi primo señorita y es demasiado carabela como para dejarse ayudar por una jovencita como usted.
Elizabeth se despidió, sin saber si lo que acababa de oír ¿era una cariñosa confesión o bien sólo celos?
Terminó de subir y llegó a la habitación en la que había pasado tanto tiempo durante siete años.
Llamó a la puerta y se oyó la lánguida voz de Jason.
- Márchese, ya le dije a mi primo, que la despidiese, no necesito de sus servicios.
Elizabeth estaba abochornada, pero si eso era lo que él quería, así sería. ¿Porqué se había hecho falsas ilusiones con ese hombre?
Triste, iba caminando despacio hasta la salida, cuando se encontró con Martha.
- ¡Elizabeth! ¿A dónde vas?
- Lord Jason ha prescindido de mis servicios.
- ¿Cómo? Ven, vamos a hablar con mi primito, ¿Quién es él para despedirte?
- Pues el señor de estas tierras
Martha ignorando sus palabras, la asió del brazo y la llevó a la habitación de Jason. Cuando abrió Jason se estaba terminando de poner la chaqueta negra.
- ¿Cómo que has despedido a Elizabeth?
- Como oyes. No la necesito para nada. A no ser que decida prestarme otro tipo de servicios. – Dijo arqueando una ceja.
Martha con el rostro malhumorado y algo ofendida por la frase de Jason fue a recriminarle, pero las risitas de Elizabeth, la sacaron de la situación.
- ¿A que vienen esas risas?
- Lo siento, pero es que me hace gracia.
- Martha te has convertido en una estirada, la señorita Dashwood sabe reírse de todo.
“Con una sonrisa preciosa”, pensó Jason. ¿Por qué miraba tanto sus labios? Ni siquiera recordaba haberla visto antes, pero al despertar su nombre había salido de sus labios.
- Bien, pues si ya os habéis reconciliado, yo me marcho.
- Ven aquí y dale un beso a tu primo antes de irte.
Cuando Martha se fue, Elizabeth aún estaba sonriendo tontamente.
- ¿Quiere que me quede o me marcho? – dijo mirándole fijamente. Jason se frotó los ojos, levantó la cabeza y le dijo:
- De acuerdo, quédese, que más da pagarle a alguien más por no hacer nada.
- Me lo toaré como un cumplido Milord.
Jason mostró una media sonrisa, sin darse cuenta. Esa muchacha era extraordinaria, se reía de sus chistes machistas, no se escandalizaba por nada, le sacaba de quicio y sobretodo era hermosa, no una belleza etérea, sino una belleza sensual con ese cabello moreno ensortijado y esos labios carnosos. Tenía que apartar todos esos pensamientos de su cabeza, ya no quería tener ningún tipo de románticos pensamientos en su desordenada mente.
- Bien, la verdad es que no se como se ha levantado y se ha vestido, pero desde luego dudo que pueda andar sólo, así que yo le ayudaré hasta que se recupere y pueda caminar con ayuda de un bastón.
- Ni necesito su ayuda, ni un bastón, yo soy un Praed y los Praed podemos con todo.
Elizabeth se fijó en que la parte izquierda de su cuerpo estaba más atrofiada y la cara sufría una parálisis.
- ¿Se ha mirado al espejo últimamente?
- ¿Qué? ¿Qué me quiere decir con eso? – dijo en un tono fiero.
- Solamente lo que significan las palabras. – Como vio que seguía sin aclararse – Sufre una parálisis facial.
- Ya lo se – Ahora daba lástima – casi no puedo beber, y ahora tengo que aprender a ser diestro, porque esta mano, - dijo mientras levantaba la mano sin fuerzas, - ya no sirve para nada.
- No se desanime tan fácilmente, no sirve ahora, cuando yo le haga rehabilitación, volverá a estar como nuevo, excepto la cara, pero disminuirá su gravedad conforme pase el tiempo.
- La verdad es que poco me importa, pues por mi rostro no es por lo que era famoso entre las mujeres, sino por…
- ¡Déjelo! – dijo haciendo un gesto con las manos como para que parase – No quiero saberlo.
Sonrió de nuevo con su sonrisa torcida y le preguntó:
- ¿Qué edad tienes?
- Esa no es una pregunta muy adecuada para una mujer.
- ¿Por qué?
- Porque puedo negarme o mentirle.
- ¿Y por cual se decantará?
- Por la tercera opción
- ¿La tercera? Solo ha dicho dos
- Anda vamos a comenzar, póngase de pie.
- Falta la palabra mágica.
- Por favor
Jason se avergonzaba, pues sus movimientos eran torpes y lentos.
- No quiero, márchese, bien ha visto que puedo vestirme sólo, así que, sí, puedo caminar sólo.
- Agarrado a todos los muebles, también podía yo cuando tenía un año, señor.
Se le acercó rauda y le asió de las manos para levantarle, pero él se sobresaltó del contacto de sus manos calientes con las suyas heladas.
Ambos cogidos de las manos, se miraron a los ojos, ese contacto era… mágico, parecía que saltaban fuegos artificiales a su alrededor, nunca antes lo había sentido, cuando;
- ¿Sois tan fría en todos los aspectos de vuestra vida, como lo son vuestras manos?
Ella le dio una bofetada y se giró en redondo. ¿A que jugaba ese hombre? dándole esperanzas y después quitándoselas de golpe.
- Lo siento, se que me lo merecía.
A Elizabeth le cautivó esa forma de disculparse con su voz grave y cascada, y volvió a su forma de ser natural.
Martha iba por los pasillos, estaba encantada con que Jason y Elizabeth se llevaran tan bien, por eso cuando se enteró de que Jason había despedido a Elizabeth se había enfadado tanto, pero ahora todo estaba solucionada.
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 12:45 am

Hacía mucho calor, era verano y, aunque la casa era muy fresquita, se estaba mejor en el jardín, ”se estaría mejor metida en el lago”, pensó, tendría que esperar a la noche. Cuando salió de la casa tenía la intención de ir al jardín pero cambió de opinión y se dirigió a los establos, allí estaba su yegua, a la que nunca montaba, simplemente porque le tenía terror a los caballos.
El establo estaba vacío a excepción de los caballos, allí estaba muy fresquita. Se acercó a la cuadra y acarició la cabeza de la yegua.
- Hola Gaia, te prometo que pronto aprenderé a montar, Jason me va a obligar… pero te sigo teniendo mucho miedo… así que te tendrás que portar bien, la última vez que un caballo me tiró Jason le disparo… y no me gustaría que te disparara a ti…
En ese momento Duncan entró en los establos montado en un semental negro y se detuvo al oírla. La yegua movió la cabeza con brusquedad y soltó un bocado, Martha retrocedió de un salto y dio un grito, agarrándose la mano. Duncan adelantó el caballo, no sabía si la yegua la había llegado a morder.
- ¿Os ha mordido Milady? – La fuerte voz de Duncan hizo que Martha volviera a asustarse, y más se asustó cuando vio el enorme corcel que él montaba.
- ¡Señor! ¿No os han enseñado a llamar antes de entrar?
- Esta no es vuestra habitación, no tengo porque llamar – Martha se mordió el labio inferior para controlar la ira que ese hombre le provocaba.
Tenía que descubrir cuales eran las ocupaciones de esa muchacha, para no encontrársela tan de improvisto en WickanHall.
Con un suspiro intentó salir de los establos, quería alejarse de ese hombre, se había levantado muy contenta y si seguí allí, él lo estropearía.
- Si me disculpáis, señor… - Cuando se acercó a la puerta el caballo se movió nervioso y ella retrocedió - ¿podéis apartar el caballo, por favor?
- Estáis sangrando – Duncan bajó del caballo y fue hasta ella - ¿Me permitís?
Antes de que ella le pudiera contestar, Duncan le cogió la mano y se la miró, después estuvo un rato así, sin soltarle la mano.
- Hay que curarla o se puede infectar.
- Gracias señor, si me soltáis, podré ir a curarme.
- ¿Cuál es vuestra ocupación en casa de Jason? – La había confundido con una simple sirvienta, “mejor” pensó.
- Soy… otra enfermera del señor Praed, aunque hago menos funciones que la señorita Dashwood. Ahora si me permitís.
Martha pensó que la soltaría, pero no lo hizo, intentó que la soltara, pero cuando lo miró, le dio miedo.
Era su tamaño, decidió. Duncan era muy grande, intimidada bajó la mirada hacía su mano, la herida no sangraba mucho. Duncan sacó un pañuelo blanco de la camisa y ella pudo ver que en una esquina había bordado “D.M” en hilo negro. Martha cerró los ojos, esperando que las manos de Duncan volvieran a tocarla, pero tuvo que volver a abrirlos, tenía que ver que hacía él. Martha se inclinó hacía abajo hasta que, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, ocultó su mano a los ojos de Duncan, él tiró de la mano de ella para verla mejor y luego bajó sobre ella para terminar de vendársela con el pañuelo. La frente de Martha tocó la de Duncan. Ninguno de los dos se aparó. Duncan olía muy bien a cuero, Martha olía a flores silvestres. Cuando la mano quedó vendada, Martha levantó la vista hacía Duncan, lo miró con una mirada llena de agradecimiento y algo que él no supo que era. Duncan pensó que cada vez que ella lo miraba así, le entraban ganas de cogerla, besarla y llevársela a Kintail. Martha fue a darle las gracias por curarla, pero Duncan la redujo a silencio. Bajó la cabeza y rozó la boca de Martha con la suya, dejándola lo bastante sorprendida para reducirla a una sumisión temporal. Extendió sus manos junto a las mejillas de Martha y sus dedos se enredaron en los suaves rizos de su bonito pelo rojo.
Después de unos intensos minutos besándose, Duncan corto el beso tan bruscamente que a Martha le costó reaccionar. Él retrocedió un paso alejándose de ella, ¿Qué demonios le había poseído para comportarse así?
Cuando Martha consiguió centrarse y recuperar el control de si misma le dijo enfadad.
- ¿Cómo os atrevéis? sois un cerdo, señor…
- Pues vos no me detenido…
Martha abrió la boca dispuesta a discutir con él, pero se lo pensó mejor, lo miró con desprecio y se marchó a toda prisa.
Duncan pasó todo el día distraído, no conseguía quitarse de la cabeza el beso, los labios de Martha, su olor a flores, su sabor…
Martha por su parte decidió que mejor sería estar lejos de Duncan, así que, se fue a pasar el día a la playa, después de haberse peleado con Jason por que él se empeñó en que no podía salir sola y que era mejor que Duncan la acompañara.

Mientras tanto, Elizabeth aún intentaba desesperadamente que Jason se decidiera a empezar con la rehabilitación.
- Lord Praed, por favor, ¿podemos comenzar?
- Si, de acuerdo
Desde que le dio la bofetada, sólo la interrupción de Martha había caldeado algo el ambiente, pero cuando desapareció de nuevo se heló la habitación.
¿Por qué se sentía tan tensa cuando estaba en su compañía? El silencio parecía hacerse eterno, entonces Elizabeth decidió que no podían seguir mirándose durante más tiempo.
- Bien, pues si todo a quedado dicho, comencemos.
Elizabeth se acercó, le asió del brazo y le ayudó a levantarse. A Jason las piernas le temblaban, pero no podía declarar su debilidad. Se puso de pie, aunque le dolían todos los músculos.
- Hoy quizás no pueda dar ningún paso, pero poder mantenerse sólo en pie, creo que durante esta semana será suficiente.
- ¿Suficiente? – perecía sorprendido, más bien horrorizado – Yo no pienso estar poniéndome de pie todos los días y que vos me digáis “buen chico” como si fuera un perro.
- Yo no… sólo quería decir que… - no tenía palabras al ver como la fuerza de voluntad de un hombre podía hacer milagros. Pero entonces vio como daba un último paso en falso, decidida a cogerle antes de que cayera, lo agarró, pero sin darse cuenta que su poco peso, no podía aguantar el musculoso cuerpo de él, y ambos se precipitaron al duro suelo.
Jason calló encima de ella, y Elizabeth comenzó a reírse, aunque le dolía todo el cuerpo.
Él se contagió de su risa y su primer día de rehabilitación pasó de largo.
Jason estaba perplejo mirando los labios de ella.
- ¿Podéis levantaros?
- Si, claro – lo intentó, pero era imposible.
Entonces Elizabeth rodó con él en el suelo, quedando encima de él. Se fue a levantar cuando el abrazo de él la atrapó, y su boca la sedujo. La besó, sin saber ¿Por qué? Al instante paró y pudo ver los ojos cerrados y la boca suplicante de ella. Al darse cuenta de que no pensaba besarla más, se levantó sin pensarlo y decidió que tenía que contárselo a Martha.
Se fue y dejó a Jason tirado en el suelo, el sólo podía taparse los ojos y negar con la cabeza.
- Dios ¿Qué he hecho?
Duncan llevaba más de media hora en la puerta de los aposentos de su amigo, no sabía si entrar. Sabía que Elizabeth estaba dentro y si entraba y ambos se les quedaban mirando ¿Qué diría?
“Me he enamorado de Martha y me gustaría pedir su mano, aunque lo que más me gustaría ahora mismo es…” tenía que pedir consejo a Jason, ¿él? ¿Enamorado de una enfermera? Bueno lo cierto es que había intimidades que no le podía contar ni a su mejor amigo y más cuando se trataba de un habitante de su castillo.
Se oyó un ruido dentro y al instante Elizabeth salía dando un portazo. Duncan vio como Elizabeth salía de allí corriendo y decidió que debía entrar, quizás le hubiera pasado algo a Jason.
Cuando entró y lo vio en el suelo, corrió hacía allí.
- Jason, ¿estas bien? ¡Ayuda! – gritó.
- No, no pasa nada Duncan
- Pero… estas tirado en el suelo.
- Si ¿y?
- Elizabeth ¿Se ha ido dejándote aquí?
- Tantos años conociéndonos, y ¿no sabías que todas las mujeres me dejan tirado?
Ambos amigos rompieron en risas, y lo cierto es que mientras Elizabeth y Martha conversaban tumbadas en la arena, Duncan y Jason sentados en el suelo también conversaban sobre ellas.
- Oye duncan ¿Qué pasó con Cassandra? - pregunto Jason, ya ambos sentados en la mesa principal, desayunando.
- ¿Cassandra Delmas? Nada, cuando estoy en Francia voy a verla… pero dudo que vuelva a ir.
- ¿Por qué?
- No por nada. Arabella insiste, en que o la dejo, o me caso con ella. Dice que llevamos años así y que deberíamos sentar cabeza, que llevamos demasiado siendo amantes… Demasiado… Bah, tonterías sólo llevamos cuatro años…
- ¿Seguro que eran cuatro? ¿no eran cinco?
- Puede… ¿me pasas los bollos?
- Duncan…
- Vale, ocho, ocho años.
Jason sonrió, conocía demasiado bien a Duncan, más de lo que el mismo Duncan creía. Llevaba mucho con Cassandra, pero estaba seguro que no se casaría con ella; además a Duncan no le gustaban las morenas, él sabía que la debilidad y la perdición de su amigo eran, y siempre sería, las pelirrojas. Jason se acordó de pronto de su prima, había ido sola a la playa “podré arreglármelas sola, además Elizabeth vendrá conmigo”. Bueno si eso era cierto con Elizabeth no haría más trastadas de la cuenta.
- ¡JASON! No me ignores… Te decía que Cassandra es como Karen, nació con las piernas ya abiertas… Además mi querido Jason, no quiero quitarte el puesto de carnudo del siglo.
- Con gusto te lo cedería, Duncan.

Mientras en la playa, Martha y Elizabeth paseaban buscando cangrejos y conchas.
- Elizabeth ¿puedo preguntarte algo?
- Si – Elizabeth miró con curiosidad y temor a su amiga, haber que cosa y que disparate se le ocurría ahora a Martha.
- ¿Qué te traes con mi primo Jason?
- Nada en absoluto – dijo sin mirarla a los ojos, no podía mentirle tan descaradamente – él sólo es mi paciente y le ayudaré a que se recupere en todo lo que pueda – dijo en tono solemne.
- Ya… yo soy tan tonta como para creérmelo
- ¿Qué? Es la verdad te lo aseguro.
- Ya, sabes la silla de ruedas que pediste para Jason ya ha llegado. ¿crees que la deba utilizar?
- Yo se lo aconsejaría, pero me temo que él es un hombre muy terco. – dijo con una luz inusual en sus grises ojos.
- Y muy orgulloso. Si tienes que hacerlo, pégale, yo te doy permiso… - Le dijo Martha con una gran sonrisa – Además, si tu se lo pides seguro que lo hará.
- ¿Qué? ¿Por qué estas tan segura? Si hoy mismo me quiso despedir
- Pero es que el pobre ha estado siete años dormido, y creo que le ha afectado al cerebro... quería que Duncan me acompañara a la playa… creo que es por la falta de aire.
Elizabeth sonrió brevemente.
- Le quiero, Martha – dijo tal como lo había pensado.
- De eso ya me había dado cuenta, pareceré tonta pero no lo soy… Me refiero a que hay entre vosotros… las fantasías no son buenas Elizabeth, la vida no es una obra de teatro de Shakespeare como tu crees.
- Aún nada, pero la verdad me gustaría que… que… bueno ya sabes y… y yo no soy tan fantasiosa.
- Si ya se… oye no seas mentirosa… os habéis besado yo os vi… no intentes ocultarme nada, sabes que me entero de todo…
- ¿Cuándo nos has visto? si estabas aquí y todo a sucedido hace poco ¡Eres una bruja!
- Eso me suelen decir…
- Pero sinceramente ¿Cómo lo has sabido?
- No lo sabía, lo he dicho por si caías… créeme eso siempre funciona.
- Eres una… te odio– dijo medio en broma, medio en serio, empujándola para que cayera en la arena y se llenara el vestido.
- Eso también lo se, oye tengo hambre…
Mientras sonreía por la puntualidad de la tripa de Martha a la hora de comer, se percató de la venda en su mano.
- ¿qué te ha pasado? Déjame examinártelo, tiene sangre.
- No es nada, sólo me ha mordido un caballo, y ya esta curado, no te preocupes. Él ya lo ha curado…

Y se sentó en la arena, mientras empezó a sacar la comida de una cesta.



****No cabia entero pero bueno se deja dos mensajes y listo. Espero que os guste . Bye
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Queca

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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 3:02 pm

Me gusta mucho. Es diferente a a mayoria de Fics =] lo que pasa que aun ando perdida un poco con los nobmres pero weno m aclaro xD

A ver si pronto colgais mas !!
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 3:30 pm

ooooo AVO la terminaremos algun dia? Duncan(baba)...menos mal qeu la pusistes tu por que yo no la iba a poner... Razz
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Queca

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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 3:36 pm

Pue muy mal Dhestroyer. Aqui a arriesgarse yo he colgao la mia y mira como es... Asi k porque no coglar esta k mola??? Wink
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitimeMar Mar 25, 2008 3:39 pm

Es distinto Queca las mias son penosas What a Face y te lo digo yo que soy quien las hace Razz Razz
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MensajeTema: Re: Amor Vincit Omnia (AVO)   Amor Vincit Omnia (AVO) Icon_minitime

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